"He visto llorar a mucha gente en el mundo
Y he aprendido a llorar por mi cuenta.
El traje de las lágrimas
Lo he encontrado siempre cortado a mi medida…"
León Felipe
Cuando ella se fue, vertió todas las lágrimas de las que fue capaz. Recorrió un día tras otro el bosque que conocía como la palma de su mano, con pasos tristes y lentos al principio, rápidos y llenos de furia después, sin mirar donde pisaba, perdiéndose y encontrándose continuamente, abandonándose sobre el musgo húmedo, la escarcha de enero o la tierra palpitante, lista para parir una nueva primavera.
Su marcha le obligó a retornar al punto del que en realidad no se había movido, a la nada en la que creía permanecer ileso, donde se reconoció como perdedor sin riesgos ni apuestas. Seguía viviendo en la casa en la que nació y desde pequeño trabajó en la imprenta familiar, en la que invirtió sueños que se desvanecían entre el monótono sonido de la prensa. Ahora sus proyectos eran inviables, la imprenta daba lo justo para pagar facturas y el sueldo de su tío, auténtico motor del negocio.
Encontró refugio en lugares transitados por antiguos amigos y en un amor de juventud que lo liberó de la angustia que le producía tener que atravesar la solitaria extensión de otro invierno. La aparente normalidad en la que transcurría su vida no le impedía sentirse tan extraño como cuando siendo un adolescente, fue consciente de que su dirección era contraria a la de sus amigos. Ellos transgredían, soñaban, huyendo siempre hacia fuera, saliendo a la calle, ascendiendo a buhardillas, árboles y azoteas, mientras que él se refugiaba en el sótano, en su rincón invisible, cómplice de libros prohibidos y cigarrillos con sabor a beso.
Aquella tarde le pareció posible. Llevaba días de noches en blanco, calculando milimétricamente los inconvenientes, decidido a dar el paso, un paso: el primero. En el zaguán de la casa permaneció inmóvil, miró sus zapatos sobre el escalón de mármol gris, resquebrajado desde hacía más de treinta años, y deseó que una brisa lo empujara suavemente hacia fuera, un viento, un huracán, un cataclismo...
Poco a poco comenzó a escuchar los ruidos de la calle y la voz cada vez más cercana de su tío que lo llamaba desde el sótano.
-Este chico no sé dónde se mete. ¡Baja, que te está esperando Consuelo!
Buscó un lugar donde guardar la maleta sin dejar de limpiarse las lágrimas con la manga de la chaqueta nueva, y bajó lentamente las escaleras sin encender la luz.
...quizás te interese Cierres
Encontró refugio en lugares transitados por antiguos amigos y en un amor de juventud que lo liberó de la angustia que le producía tener que atravesar la solitaria extensión de otro invierno. La aparente normalidad en la que transcurría su vida no le impedía sentirse tan extraño como cuando siendo un adolescente, fue consciente de que su dirección era contraria a la de sus amigos. Ellos transgredían, soñaban, huyendo siempre hacia fuera, saliendo a la calle, ascendiendo a buhardillas, árboles y azoteas, mientras que él se refugiaba en el sótano, en su rincón invisible, cómplice de libros prohibidos y cigarrillos con sabor a beso.
Aquella tarde le pareció posible. Llevaba días de noches en blanco, calculando milimétricamente los inconvenientes, decidido a dar el paso, un paso: el primero. En el zaguán de la casa permaneció inmóvil, miró sus zapatos sobre el escalón de mármol gris, resquebrajado desde hacía más de treinta años, y deseó que una brisa lo empujara suavemente hacia fuera, un viento, un huracán, un cataclismo...
Poco a poco comenzó a escuchar los ruidos de la calle y la voz cada vez más cercana de su tío que lo llamaba desde el sótano.
-Este chico no sé dónde se mete. ¡Baja, que te está esperando Consuelo!
Buscó un lugar donde guardar la maleta sin dejar de limpiarse las lágrimas con la manga de la chaqueta nueva, y bajó lentamente las escaleras sin encender la luz.
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Anda Ana, me había perdido la primera parte del relato. Estupendo, por cierto.
ResponderEliminar;)
Bueno,¿siempre? puede haber una segunda oportunidad, en este caso, sin moneda ni Fontana.
EliminarBesicos.
Menuda despedida. Me ha parecido un bello y triste relato, parece que las despedidas siempre resultan tristes porque rompen con la cotidianidad y rompen lazos si se van muy lejos, o se acaba el roce y se marchan.
ResponderEliminarMe ha gustado ese final abierto y sugerente.
Un beso Ana.
Hummm, despedidas...¿despedidas? Supongo que te refieres a Cierres I, porque lo que es el "prota" de Cierres II.. en fin, mira que lo intenté, pero nada, que no traspasa el quicio de la puerta.
EliminarUn abrazo.
Hay personas hechas para estar siempre abajo, a todo lo más abajo que nos envía el recuerdo, hasta el punto que la luz les da miedo, siempre abajo con la maleta preparada por si acaso.
ResponderEliminarMe ha encantado, y repito: escribes de lujo y deberías hacerlo más a menudo.
Un besico.
Gracias, Ana. Ya lo voy haciendo más a menudo,¡un mes desde la anterior!, en fin, un desastre, mis ciclos son cada vez más largos, digamos que "el tiempo" no acompaña.
EliminarY sí, hay a quien la luz le da miedo y no los juzgo por ello,a veces un exceso de lucidez puede llevarte a apagar la luz...yo, de momento, no soy dada a tales excesos.
...traigo
ResponderEliminarecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
ANA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE LABERINTO ROJO LEYENDAS DE PASIÓN, BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC SIÉNTEME DE CRIADAS Y SEÑORAS, FLOR DE PASCUA …
José
Ramón...
Gracias
Eliminarpor
tus
palabras.
Un
saludo.
A saber si uno de esos libros prohibidos del sótano, no sería el guión de "El ángel exterminador"... él como los protagonistas de la redonda película de Buñuel (¿te acuerdas que pisamos su casa en Calanda, el patio enorme...), desconoce qué fuerza le impide salir al exterior. Recuerda que en ésta, la alta burguesía comienza a perder los modales y comienzan a ser "ellos mismos", cada uno en su parcela, y rodeados entre miseria y basura, hambrientos, elevan la condición humana a su máximo exponente: ¿somos humanos, humanos...? ¿o somos fantasmas disfrazados de humanos, que en una situación extrema se quita el disfraz...?
ResponderEliminarCreo, que como tu protagonista, a más de uno nos cuesta salir afuera. Tal vez para cuando tomemos la decisión de hacerlo (sea o no, la adecuada...)tengamos puesta una pulsera que "pita", cada vez que te acerques a la puerta: como las de las residencias de ancianos que tan bien conocemos.
También yo opino que escribes muy, muy bien, entre otras cosas.
Besos.
Tengo dudas sobre "el chico de la imprenta", no sé si lleva disfraz cuando está dentro, o no sale fuera porque en ese caso lo necesitaría. Los humanos -tanto en la versión humana o fantasma- somos muy complejos en nuestras relaciones y tremendamente adaptativos, y sin llegar a ser Zelig, nos ponemos o quitamos el disfraz de forma constante ¿no lo hacen el resto de los animales, la propia naturaleza? La duda sería, hasta donde se trata de adaptación o empatía y hasta donde acomodo o hipocresía.
EliminarRecuerdo la casa de Calanda... y cada uno de aquellos viajes planificados a conciencia con ayuda de la Guía Visual de España y que después, no dudábamos en cambiar dejándonos llevar por el azar y la intuición.
Un beso.
Hola amig@,
ResponderEliminarHacia tiempo que buscaba algo parecido y al fin lo encontré, aunque me ha costado mucho tiempo lo logré. Sabes?. Escribir no es para nada sencillo, es más cuesta un montón pero te manejas con bastante soltura y
aunque quedarían pequeñas cosas por pulir, muy pequeños detalles, te tengo que felicitar porque lo haces muy bien y es un gusto leer algo tan ameno como lo que escribes, gracias.
El caso es que repetiré y quería animarte a continuar en esta misma línea, continua así :)
Te agrego a mi lista de blogs útiles, y si te apetece, pásate
por felicidadenlavida
Un fuerte abrazo y espero nuevos temas, para continuar disfrutando de la lectura;
Francisco M.
Gracias Francisco M. Sí es difícil escribir, de hecho no sé como me atrevo y a pulir ya no llego, es más cuando pasa un tiempo y vuelvo a leer algo de lo que he escrito, cambiaría frases, palabras, puntos y comas, incluso tengo que contener el impulso de darle a "suprimir".
EliminarEso de felicidadenlavida suena bien, ya me pasaré.
Saludos.
Gracias Ana, por pasarte por mi blog y por tu solidaridad ante la injusticia.
ResponderEliminarSiempre te leo con agrado
Un abrazo
Hola Ana, un placer pasar a leer tus relatos,
ResponderEliminarya se respiran estas fechas tan entrañables deseo que la paz y la ilusión llamen a la puerta
de tu hogar, que las disfrutes.
un abrazo.