domingo, 3 de octubre de 2010

La memoria de mi madre.

La tan mal traída y llevada Memoria Histórica, es una sucesión de desatinos, agravios e impunidad y sobre todo, de intentos de olvido. La memoria falla y se debilita con el paso de los años, yo misma, tratando de recordar la memoria histórica de mi familia, compruebo cómo las palabras tantas veces repetidas se confunden y las imágenes aparecen cada vez más desdibujadas, de manera que me sorprendo completando los trozos que faltan con retales de mi imaginación y con una considerable carga de subjetividad.

Mi madre acababa de cumplir 10 años cuando estalló la guerra; siempre que la recuerda y relata me doy cuenta de que lo hace como si continuara teniendo los mismos pocos años, pareciendo un hecho extraordinario y fantástico, como si se tratase de la primera película de ciencia ficción que quedara impresa en su retina. El bombardeo de Jaén en el año 37 sorprendió a mi madre en el campo, donde robaba manzanas con sus hermanos gemelos, algo mayores que ella. Desde lejos vieron los aviones de la Legión Cóndor con auténtica fascinación, mientras se acercaban a la ciudad. Cuando llegaron comprobaron cómo puede cambiar la vida en apenas unos minutos: Edificios derrumbados, humo, gritos, heridos y cadáveres. Recuerda los cables de la luz en el suelo agitándose como rabos de lagartijas, las madres buscando nerviosas a sus seres queridos pero con la luz de la esperanza bien sujeta, dispuestas a no soltarla hasta el último momento; se recrea al describir el espanto de la gente al descubrir las trenzas de una niña colgadas en el tendido eléctrico...El bombardeo sobre la población civil en Jaén fue casi tan terrible como el de Guernica, aunque no tenga un cuadro.

A partir de aquel día se colocaron baterías antiaéreas y construyeron refugios en diversos puntos de la ciudad herida. Cuando existía alguna amenaza, el aullido de las sirenas hacía correr a las gentes en distintas direcciones intentando ponerse a salvo, con las imágenes del horror reciente otra vez vivas en su memoria. Mi madre escapaba del sótano donde se refugiaba su familia porque pensaba que si algo pasaba, allí no tendría escapatoria; prefería agazaparse en el umbral de la puerta buscando en el cielo algún avión, como una heroína inconsciente.

Poco más recuerda de la guerra, pero sí de lo que ocurrió después...mucha pobreza y sobre todo vergüenza sintió mi madre. Vergüenza de que la señalaran y marginaran por haberse casado con un rojo, represaliado para más inri. De tanto oírlo terminó por creer lo que querían que creyera y trató de sumir a su familia en un silencio visceral, como todo lo que hace mi madre. Cerrar ventanas y subir el volumen de la radio o televisión cuando se hablaba de algún tema "comprometido", era un hecho tan cotidiano como pelar patatas y que ha mantenido hasta hoy.

El régimen posterior a la guerra alcanzó su objetivo con muchas madres y a través de éstas, lo intentó con sus hijos -el miedo se mama de forma tan natural como el afecto o la leche- y consiguió, con una perversidad inhumana, que muchos asumieran el merecimiento de un castigo, por el doloroso hecho de ser víctimas.


9 comentarios:

  1. Querida Ana, tu relato me ha puesto todos los huesos y tendones de punta, imagino que sobre todo por la veracidad y el sentimiento con que retratas la barbarie a través de las vivencias de tus seres más queridos y cómo esos recuerdos hollaron tu memoria histórica... pareciera que el mismo Ken Loach con su realismo y compromiso social y político, hubiese recogido el testimonio de tus padres, entre los muchos que anotó para su "Tierra y Libertad"... En mi casa jamás se habló de ese vergonzoso episodio nacional; mi padre nació en el 34, por lo que cuando el golpe de estado y la posterior contienda, él tenía pocos años y el hecho de vivir en una zona de montaña, aislados del resto del mundo, imagino que favoreció que su primera infancia trascurriera como en una especie de isla... no obstante, las escasísimas veces que le oí relatar su penosa y triste niñez, tenía grabado a fuego en su memoria histórica el hambre y la miseria, y sólo habló de cómo en su casa comían las mondaduras de las patatas, en el mejor de los casos. Mi madre, en cambio, nació en plena post-guerra, en un ambiente rural dónde el poder lo ostentaron hasta hace relativamente poco tiempo las fuerzas fácticas del estado... ella sí fué testigo de la barbarie posterior, aunque tampoco es frecuente que hable de ello... En fín, ciertamente creo que las heridas aún no han cicatrizado del todo...quizás la única forma de cerrar ese capítulo histórico sea reparar el daño gratuito y el sufrimiento inhumano que aún supone una losa para los familiares de los represariados-desaparecidos...los vencedores ya tienen su reconocimiento, desde el mismo momento en que cayeron "por dios y por la patria"...
    La versión de ¡ay Carmela! que has elegido, me ha encantado, no la conocía.... sólo un detalle: me pone los pelos de punta las imágenes de mujeres armadas.... la mujer como privilegiada dadora de vida que es, nunca debería verse abocada a empuñar un arma para dañar la vida que ella misma genera... no podemos permitir que con subterfugios varios, se nos conduzca a ser inconsecuentes e incoherentes con ese principio dador y protector de la vida....
    Ana,escribo este comentario bajo los efectos de la profunda emoción que ha generado en mí tu memoria histórica, que es la memoria histórica de todo un país....

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  2. Ayy Ana, tu entrada me ha recordado a las tardes de mi abuelo Juan contando sus 'batallitas'.Él estuvo en la cárcel por rojo, y contaba las penurias que pasó en ella. En la cárcel no eras nadie, violencia física y verbal, mala comida si es que había, y peor si enfermaba. Mi abuela cuando lo oía con sus historias, atrancaba la puerta y le ordenaba que hablara bajito.
    Unas cuantas calles más abajo de donde vivía mi abuelo vivía una mujer que había sido carcelera, y mi abuelo la conocía muy bien. Contaba mi abuelo que ella se meaba en las botellas de agua y les decía: rojos de mierda aquí tenéis vuestra agua. Como pequeña venganza nos decía que cuando pasaramos por su casa le llamaramos: Adelina, ponte pina, que era lo que los presos le gritaban cuando se dirigía a ellos. Una vez (todavía no había muerto Franco) mi hermano y yo al pasar le gritamos aquel dicho, y la anciana Adelina muy seca y toda arrugada nos echó un cubo de agua de fregar. Desde aquella vez, siempre que pasaba, le gritaba: Adelina, Adelina ponte pina y salía corriendo.

    También contaba mi abuelo que la iglesia y los curas eran toda una autoridad en las ciudades, unos autenticos hijos de la gran madre. Nos contó algunas anécdotas que debería escribir para no olvidarlas, pero aquí se haría muy largo de contar.

    Otra cosa que nos contaba era que una vez acabada la guerra, los familiares cercanos que se creían vencedores no les daban ni agua. Tenía una hermana que se portó como una hija de la gran madre también.

    En fin, muchas historias que pertencen a la historia colectiva.

    Un abrazo guapa.

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  3. Gracias Mª Ángeles, realmente me crié como si fuera una niña de posguerra ya que en mi casa el tiempo transcurría con un ritmo propio, diferente a la medida del tiempo de los demás, con un desfase cronológico de varias décadas y hablar de estos hechos era el pan nuestro de cada día. Esto ya está más o menos digerido, lo que no lo está es el tratamiento que da este país a lo que sucedió durante la guerra y sobre todo durante la siniestra etapa franquista. Somos capaces, en general, de aplaudir cualquier acción que se produzca en distintos lugares del planeta encaminada a juzgar crímenes, represión, discriminación por cuestiones políticas y no nos atrevemos a enfrentarnos a nuestra historia.

    En cuanto a lo de las mujeres como "dadoras de vida"...bueno, la vida se da o se defiende. En numerosas ocasiones nos hemos preguntado cómo actuaríamos en una situación extrema; una guerra lo es, probablemente nos sorprenderíamos ante lo que seríamos capaces de hacer. Durante la 2ª Guerra Mundial, el ejército ruso ponía en primera línea de algunas batallas a las mujeres que habían perdido a sus hijos, maridos, sus hogares... y parece que los alemanes las temían especialmente, porque eran capaces de lo peor. Tengo que añadir, para que no parezca que caigo en el pesimismo, que de esas situaciones extremas se puede extraer el verdadero valor de lo humano, encontrando historias de solidaridad y compromiso conmovedoras.

    Un abrazo.

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  4. Una parte triste de la historia...no ya de este país, sino de la humanidad en su conjunto. Por suerte, no nos tocó vivir esos episodios que relatas, aunque de una forma indirecta, si que hemos sido testigos...y podemos dar gracias incluso de poder contarlo.
    Si te soy franco, mi madre y su familia vivieron el bombardeo igualmente aunque de forma un poco más abstracta; pues estando trabajando en el campo cuando se producen los ataques nazis, se apresuran a recoger los bártulos y salir pitando para la casa (que digo yo para qué, si ésta estaba a varios kilómetros de donde ellos se encontraban, y quizá fuese un lugar más seguro que atravesar el campo para ir a "morir" a tu casa...) cuando llegan todos agotados, abatidos y cabreados, pero ilesos, descubren que la niña chica, es decir, la que hoy en día es mi madre, se ha quedado tan chica ella, solita en el campo y nadie ha reparado en recogerla...(quizá de ahí vengan mis atolondrados despistes) teniendo que bajar de nuevo mi abuelo a recogerla y encontrarla sana, sola y sin un sólo rasguño...habría que ver las caras de entonces: atónitas por el bombardeo, aterrados e incrédulos de ver que mi futura madre, no se encontraba con ninguno de ellos.
    Supongo que de haber tenido que lamentar alguna pérdida entre los nuestros, y más directamente, que hubiese sido tu padre, mi madre...o viceversa, nosotros ya no seríamos los mismo...quizá ni habríamos nacido!
    Buen relato en el que hay que hacer hincapié en no tratar de olvidar pues como dijo alguien; "Quien olvida su historia, está condenado a repetirla"...
    Un abrazo.

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  5. Tu comedido y muy humano relato expuesto con gran sensibilidad, me ha recordado esa gran película que es "El pianista" con Adrian Brody. Junto a la angustia del perseguido, el escaso valor de una vida sea la que sea y esa locura llevada al paroxismo de matar sin sentimiento, hiere ahí donde más duele, eso que Saramago dice que no tiene nombre y que constituye lo que de verdad somos. Sin embargo, también recuerdo esa inolvidable escena en la que el oficial nazi le pide al pianista que toque, simplemente que toque. Entonces se produce una atmósfera especial donde la música trasciende toda la barbarie vivida a modo de esperanza. Una vez más se demuestra aquello de que somos capaces de lo peor, pero también de lo sublime.

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  6. Encarni,

    Imagino que todavía quedarán por ahí miles de estas historias resistiéndose a terminar en el olvido, algunas incluso, con un toque de humor, como la que comentas.

    La historia de mi madre me sirve para poner de manifiesto la habilidad que tuvo el régimen, sirviéndose de la moral católica por supuesto, para utilizar a la mujer como muro de contención... para acallar voces y aplacar iras.

    Un saludo.

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  7. Utopazzo,

    Y tanto que se repite la historia, no aquí y ahora, pero de forma constante y reiterada en otros puntos del planeta. Tambien es cierto, que lo que no sucede en el primer mundo es como si no sucediera, o al menos no nos sorprende ya que terminamos por habituarnos, sin pudor.

    Lo del olvido de tu madre bebé, ahora sería difícil que ocurriera, ya que lo normal es tener uno o ninguno -hijos quiero decir-. En otros tiempos, con una numerosa prole, no veo tan difícil que unos por otros la dejaran olvidada y más ante tan tremenda perspectiva.

    Gracias por tu comentario que contribuye a aliviar ,un poco, la emotividad de mi relato.

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  8. gilgamesh,

    La secuencia que mencionas hace que El pianista sea una película redonda, mostrándonos que es posible escapar del infierno y nos deja una puerta abierta a la esperanza, precisamente al resaltar lo sublime del ser humano en contraste con el horror que rodea la escena. De todas formas pienso que el oficial no hubiera matado al pianista aunque fuera panadero...de alguna manera ya era consciente de lo que había sucedido y encontrarse con el pianista fue como recibir una "bofetada en el alma".

    Gracias por tu comentario.

    Para todos los que participais por aquí: el hondo sentimiento de Chopin.

    http://www.goear.com/listen/84c319b/ballad-no.-1-in-g-minor-op.23-chopin

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  9. Acertadísima y muy oportuna tu recomendación musical, Ana. Escuchar a Chopin, te sacude el alma. Gracias.

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