lunes, 30 de diciembre de 2013

Abrazos y besos.

"Yo abrazo, delicia pura, tu cara desconocida, idéntica a mi alma."

Marguerite Yourcenar


Llegadas estas fechas, nos ronda la temible tentación de hacer balance del año que acaba, por lo general cualitativo -el cuantitativo mejor lo dejamos a economistas, banqueros y gente sin corazón-. Pero, si quisiéramos cuantificar lo cualitativo ¿cómo lo haríamos?. Por ejemplo: ¿Cuántos besos y abrazos he dado este año?, ¿Cuántos he recibido?, ¿de qué tipos y calidades?, ¿el saldo ha resultado positivo o negativo?

Mientras trato de recordar el oportuno abrazo que me devolvió el calor, o aquel beso con sabor a menta, os dedico estos.




Abrazos y besos de amor y lucha, de larga espera, a veces, recompensada. Fraternales, insurrectos, discretos o exultantes, íntimos o desafiantes. Abrazos y besos que hacen posible la unión inmaterial de dos almas, aunque más tarde descubramos, que no eran idénticas .




¡FELICES Y CUALITATIVOS BESOS Y ABRAZOS!




miércoles, 27 de noviembre de 2013

Cierres III: Torres de marfil

Volví a casa con la sensación de una absoluta soledad. Generalmente, esa sensación de estar solo en el mundo aparece mezclada a un orgulloso sentimiento de superioridad: desprecio a los hombres, los veo sucios, feos, incapaces, ávidos, groseros, mezquinos; mi soledad no me asusta, es casi olímpica."

Ernesto Sábato. Fragmento de “El Túnel” 

Siempre fue esquivo en sus relaciones con los demás, pero su verdadero y deliberado aislamiento comenzó poco después de la muerte de sus padres. "Afortunadamente no habéis tenido hijos",  fue lo primero que respondió su madre al anunciarle su separación, el fin de una relación que se fue apagando en base a una dieta pobre en palabras. El contacto con los demás familiares se había reducido a acontecimientos de deber inexcusable y sus compañeros de trabajo hacía tiempo que no lo molestaban con sus propuestas.

Vivía en el último piso de un edificio antiguo situado en el centro de una ciudad pequeña y bulliciosa. El gran ventanal del salón le permitía observar el devenir de la gente en la terraza del bar de la esquina, en el semáforo de la avenida, en el despoblado parque que compartía mañanas de jubilados y tardes de perros y chiquillos. No necesitaba más contacto con el mundo para comprobar el paso de las estaciones, las tragedias previsibles, la dócil decadencia de la ciudad y sus habitantes.

Era un adicto a la rutina, saltarse alguno de sus rituales, cualquier imprevisto, le producía una inquietud dolorosa, por eso hacía tiempo que evitaba relacionarse con los demás, para él, no existía mayor fuente de incertidumbre que las relaciones humanas. 

Cada tarde, al regresar de la agencia donde trabajaba, cerraba la puerta con llave, bajaba las persianas, excepto la del salón, y comenzaba a abrir otras ventanas: la televisión permanentemente encendida, la radio si se desplazaba por la casa, la pantalla del ordenador ante la que se sentía el receptor mejor cualificado para todo tipo de mensajes.

Su vida no le parecía excepcional, ni enfermiza, como algunos apuntaban. Cuando su hermano menor le ofrecía ayuda, terapias, expertos para dar solución a su "problema", él le daba las gracias con un indulgente paternalismo, con una mal disimulada condescendencia. No hacía daño a nadie y tampoco sufría. No entendía por qué su forma de vida era cuestionable y no la de aquel hombre del bar de enfrente, de edad cercana a la suya, simpático y campechano, conocido en todo el barrio y que al caer la noche, dilataba el tiempo copa tras copa antes de regresar a un hogar normal, donde una familia normal, incluso entrañable, le esperaba dos calles más abajo.

Aquella tarde preparaba el café como de costumbre, delicioso, aromático -solo compraba cafés de calidad superior porque eran uno de sus pocos placeres-. Al apagar la cafetera le pareció oír un ruido, una especie de aleteo, en el salón. En efecto, un gorrión se había colado por la ventana que abrió para ventilar después de comer y revoloteaba de forma incontrolada hasta impactar bruscamente contra el cristal, cuando buscaba, desesperado, la salida.

Se acercó titubeante, había comenzado a sudar y el corazón le latía con fuerza. No se atrevía a cogerlo, pero le resultaba insoportable dejarlo tirado en el suelo ni siquiera un minuto. Bebió un trago de café; había olvidado que estaba ardiendo y solo consiguió aumentar su malestar. Al fin lo recogió con cuidado, al principio se sirvió de una revista que había sobre la mesa, pero sin saber cómo acabó sobre su mano. Sintió el cuerpo caliente y palpitante del animal; aún estaba vivo aunque no reaccionaba. No sabía qué hacer, mecánicamente buscó información en internet, había cientos de páginas sobre gorriones y sus cuidados, enfermedades, alimentos y concursos, pero nada de lo que hacer cuando la vida de una animal se escapa entre tus manos.

Las farolas de la calle se encendieron a la hora prevista cuando dejó de respirar. Una onda de tristeza y dolor ocupó todo su estómago y fue subiendo por el esternón donde quedó encajada, sentía una presión tan fuerte que pensó que sus costillas estallarían, pero fue incapaz de emitir un solo gemido, un necesario grito. El mejor receptor del mundo no era capaz de dejar escapar unas lágrimas que parecían querer ahogarle. Hacía tiempo que había cerrado todas aquellas puertas y no recordaba donde escondió la llave.




lunes, 14 de octubre de 2013

Reválida.

"Al mirar atrás
¡ah!
la montaña de la que desciendo
ha desaparecido.
En el lugar donde estoy
la brisa otoñal agita
indolente
la piel que mudó la serpiente."

Ko Un



                             
                                                  The English Patient. (1996)


Me pregunto cuántas veces mudados la piel a lo largo de nuestra vida. En ocasiones, con premeditada intención y esfuerzo, la cambiamos por una radicalmente diferente, pero con el paso del tiempo, comprobamos que se parece demasiado a la anterior. En otras, la piel dejada atrás nos parecerá tan extraña como aquellos amigos que un día, dejaron de serlo,  De todas formas, poco importa lo parecida o extraña que sea,  lo importante es que cambiamos y en el proceso una parte de nosotros queda atrás.

Una vez transité la cara oculta de la Luna y desde entonces mi ángulo de visión ha cambiado; no es necesariamente mejor, ni peor, quizás tiene mayor amplitud y menos filtros. Me hace ver más claros y más oscuros, soy más feliz y más infeliz y me insta a revalidar el propósito de no dejar atrás una piel que no se haya estremecido con cada nuevo descubrimiento, con Cicerón o sin él, con antorchas resplandecientes o sin ellas.


domingo, 29 de septiembre de 2013

Retorno a la luz interior II

"Conozco el calor que no se olvida
cuando se tuvo en brazos
un niño dormido
o un hombre despierto."



Parcela de mundo vista desde mi terraza (Fotografía:  Rafa él)


Doy por concluida la temporada de veladas en mi pequeña terraza con vistas al mundo, porque desde mi terraza veo un mundo que sobrecoge con su amplia gama de contrarios: cantos de pájaros y tubos de escape generadores de ruidos infames, jóvenes con mochila y jubilados que transitan su camino diario de direcciones opuestas, ventanas abiertas, ventanas cerradas, nidos de golondrinas y camiones de basura, amaneceres de postal y lunas dignas de poetas enfebrecidos...

Desde mi privilegiado mirador he sido testigo, de este a oeste, de un ciclo solar completo, desde las ramas desnudas reflejadas en los charcos sucios de la ciudad, a la nieve en las cumbres de montañas cercanas; desde los árboles periódicamente cubiertos de vida, hasta el verano de risas y zambullidas en el agua, tan recientes, que todavía resuenan en mis oídos... Ahora, es tiempo de que el reloj regrese a mi muñeca, de horarios superpuestos en el tablón de corcho, marcando mis días, negociando nuevos ritmos. También es el momento de regresar a la luz interior, la que brilla con fuerza cuando todo se vuelve hostil, la luz que ejerce un efecto llamada de viejo calor conocido, generador, ese que te cobija aunque no lo necesites. Para el necesario tengo una manta naranja, algunos brazos y mi capa de escepticismo que, como cada otoño, comienza a engrosarse. De otra manera ¿soportaría el invierno?



sábado, 31 de agosto de 2013

Subterfugio XII: Maletas.

"No te nombro; pero estás en mí
Como la música en la garganta del ruiseñor
Aunque no esté cantando."

    Dulce María Loynaz.



"Composición con maletas",  Cristóbal Toral

Cada vez que se disponía a hacer la maleta se enfrentaba a un verdadero reto. Desplegaba sobre la cama método y sentido común: "ligeros de equipaje," ese era su lema antes de iniciar una nueva aventura, un nuevo viaje.

De experiencias anteriores comprendió que era imposible proveerse de ropa para cada probabilidad meteorológica, así que descartó los extremos y confió en la predicción del tiempo para los próximos siete días. Ni joyas ni bisutería, tampoco zapatos de tacón "por si se presenta una ocasión especial", de viaje, todas las ocasiones deberían ser especiales, si no era capaz de entender esto más valdría quedarse en casa. El botiquín quedó reducido a la mínima expresión: agua oxigenada y tiritas, y el pequeño costurero hacía tiempo que se encontraba fuera de la lista, segura de que la falta de un botón no arruinaría su deseo incontenible de viajar. Sin embargo, sus maletas, parecían cada vez más pesadas.

Lo descubrió una noche mientras guardaba el cepillo de dientes antes de la inminente partida: entre los pliegues de la ropa, las páginas del libro, los botecitos del neceser....¡su maleta estaba plagada de ausencias! Las había de todas las dimensiones afectivas, encontró sueños ausentes, lugares, seres queridos que ya no estaban o seres queridos que ya no eran; ausencias recientes y caducas o remotas y perennes como las hojas de los olivos.

Hizo y deshizo varias veces su equipaje, eliminó cuanto pudo, cambió unos objetos por otros pero el peso era prácticamente el mismo: todo lo podía sustituir menos las ausencias, estaban bien adheridas mediante raíces alimentadas a base de costumbres  y recuerdos. Deshacerse de ellas le ocuparía bastante tiempo.

Durante varios ciclos transitó días luminosos y tardes de niebla, leyó las obras completas de Antonio Machado y algún "best seller" intrascendente, sopló velas propias y brindó por las ajenas, descubrió y olvidó, propuso y descartó. Calzó sandalias, zapatillas y botas de agua. Cocinó viejos platos familiares, para uno, para varios, e incluso se atrevió con la cocina fusión...

Todavía faltaban meses para las próximas vacaciones pero no podía esperar más, su curiosidad era aún más fuerte que la ilimitada paciencia de la que hacía gala. Desde el último peldaño de la escalera metálica tomó aire antes de abrir el altillo. La maleta tenía el aspecto de siempre, voluminosa, contundente, pese a tener las aristas redondeadas. A la primera toma de contacto sintió su ligereza y una vez sobre la cama abrió rápidamente la gran tapa azul. Allí seguían todas sus ausencias, incluso se había incorporado alguna más, pero éstas, habían propiciado la aparición de una multitud de nuevas presencias, no reconocidas hasta ahora, que convivían en un eficaz y ligero equilibrio.

Y recordó los versos de Machado:

 " Mientras la abeja fabrica,
 melifica,
con jugo de campo y sol,
yo voy echando verdades
que nada son, vanidades
al fondo de mi crisol.
De la mar al percepto,
del percepto a la idea
¡oh, la linda tarea!
de la idea al mar
¡Y otra vez empezar!" 





sábado, 20 de julio de 2013

Feliz desvelo.

"Siempre acabamos llegando a donde nos esperan".

José Saramago



           "Por tu amor me duele el aire". Javier Ruibal  (Poema de Federico García Lorca).


En uno de mis desvelos del pasado invierno sintonicé esta canción de Javier Ruibal en un programa de radio. Me pareció una delicia que solo pude saborear a medias ya que la lucecita del despertador anunciaba que quedaban menos de dos horas para ponernos en acción. Deseé tanto poder escucharla al despertar en medio de una noche de verano, sin apremio ni límites, que el deseo se hizo realidad. Creo que no hace falta precisar que el verano tardó en llegar cinco meses, cumpliendo con su ciclo astronómico invariable, indiferente a mis deseos, ni tampoco, que algunas de las causas que originaron mis desvelos siguen ahí aunque en "modo letargo". Como diría mi profesor de matemáticas del instituto: "Esta información es prescindible y despreciable".

Curiosamente, desde que inicié mis vacaciones no he sufrido ningún desvelo así que esta noche postergo el sueño voluntariamente y me regalo esta canción, por el nada prescindible ni despreciable motivo de que celebro mi cumpleaños.

¡Feliz desvelo!



domingo, 23 de junio de 2013

Motivación III


"Cuando bebas agua, recuerda la fuente."
Proverbio chino.




"Gracias, seño, por todo lo que nos has enseñado y por lo que has penado con nosotros, pero sobre todo, por el teatro."

¡Ay, los finales de curso! Ando escasa de tiempo, tengo abandonado este rincón, esta confluencia espacio-tiempo que tanto me gusta, pero no he querido desaprovechar la ocasión para aplicar técnicas de motivación, en este caso, a mí misma. Ha sido un año de pocas expectativas, la mayoría terminadas en un NO, aunque algunas quedan con signos de interrogación, centraré mi energía en ellas.

El viernes despedimos por todo lo alto a los alumnos y alumnas de 6º de Primaria: Escenario, flores, besos y abrazos, flashes e incertidumbres. "Gracias, seño"... Me regalaron estas flores que adornarán durante breves días el salón de mi casa. Al ampliar la fotografía descubrí mi imagen reflejada en el espejo. Parezco feliz. ¡Gracias chicos!



sábado, 1 de junio de 2013

III Aniversario: Entre pulgones y azucenas.

"No existe el orden en el mundo que nos rodea, debemos adaptarnos al caos".

Kurt Vonnegut



Azucenas del patio de mi casa.


Debo aceptar el caos.

El hecho es que tenía una Schefflera arboricola preciosísima en mi terraza. La pobre ha pasado un duro invierno ya que hace casi un año cambiamos de casa y ella de balcón y en este último las condiciones ambientales son bastante más adversas, aún así, la planta no ha puesto en duda ni por un momento esta primavera que nosotros no acabamos de entender y se llenó de brotes verdes. No voy a cuestionar su resistencia, nos unen varios años de convivencia y ha superado pruebas muy duras, especialmente en los meses de verano en los que ha soportado encharcamientos (antes de irme de vacaciones) y posteriores periodos de sequía (hasta mi regreso), pero fuera de este maltrato puntual sabe que soy muy regular en su cuidado, por eso no entiendo cómo los pulgones acabaron en menos de dos días con su nueva promesa de esplendor.

Las plantas del patio de mis padres las riego cuando buenamente puedo, es decir, cuando no puede hacerlo mi hermana. Entre las dos mantenemos las plantas a duras penas porque las hemos dotado de simbolismo y valor sentimental. Las últimas semanas me salté el riego habitual, había previsión de lluvia y decidí dejarlas un poco a su suerte, sin trasplantes, sin abonos, sin la limpieza más indispensable, así que me quedé perpleja al entrar al patio  y encontrar unas preciosas azucenas; ni siquiera sabía que las grandes hojas que regué descuidadamente días atrás escondían esta ofrenda, me pareció heroico que crecieran así, sin nadie que admirara su magnífica belleza, mientras mi schefflera mimada casi a diario se convertía en un amasijo mustio, negro y grasiento.

Hace poco leí una de esas frases que yo denomino de "autoayuda" -como esos libros que no leo- y que reafirman mi escepticismo. La frase venía a decir que la vida es como un boumerang que al final termina por devolverte lo bueno o malo de tus acciones. En la vida  recogemos lo que sembramos, nos han dicho... Cuando leo este tipo de reflexiones pasan por mi mente multitud de historias que han sido cerradas con  la llave de la injusticia y la impunidad.

Hoy cumplo tres años de blog entre pulgones y azucenas. Si analizo con cierta perspectiva estos años tengo la impresión de haber recibido recompensas probablemente inmerecidas al igual, que muchos de mis esfuerzos, dedicaciones y desvelos, han resultado baldíos, incluso menospreciados. "No existe el orden", sin embargo, seguiré buscando complejos equilibrios porque el desorden me indigna, quizás sea esta mi manera de adaptarme al caos.



sábado, 18 de mayo de 2013

Desafectos


"Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo."

Matsuo Basho


Abandono la tarea hasta nuevo impulso, mejor dicho, hasta mejor tiempo.

Lo cierto es que faltaban las ganas, pero días atrás me dispuse a organizar cajones y armarios con la intención de sacar el invierno y aligerarlos para el buen tiempo llenándolos de telas vaporosas, frescos tejidos de algodón y alegres colores en blusas  y camisetas a rayas... hasta que de repente,  la primavera decide dar un paso atrás y me obliga a prorrogar la liturgia semestral de desprenderme de pasado.

Hace años este "proceso" me costaba lo mío y lo hacía únicamente movida por el sentido del orden y la falta de espacio. Sin embargo ahora reciclo, regalo o simplemente tiro lo que no considero necesario y parece que cada vez necesito menos: Postales descoloridas, aquella camiseta que creía exclusiva, apuntes que cumplieron su función, caminos recorridos y espejismos varios.

A veces nos empeñamos en retener lo deseado aunque corramos el riesgo de que su brillo se transforme en polvo y el bonito recuerdo, tantas veces transitado, en reproche. O en desafecto.





Aunque... no es tan fácil.



sábado, 27 de abril de 2013

Ocho

"El Principito salió de su mundo en busca de aventura y en cada planeta se topó con una lindeza del alma humana. No se levantó del pupitre, sino que aprendió la lección y se la recitó al mundo."

Antoine de Saint-Exupéry


"Mon petit prince" va saliendo de su mundo. Le cuesta, porque el otro mundo, el "real", ese en el que por momentos coincidimos todos, se lo ha puesto difícil en el último año. Ha sido un ciclo de pérdidas, de cambios, de lluvia y antibióticos inútiles. Ha experimentado el dolor de las ausencias, lo irremediable de la muerte, y comienza a comprobar cómo los afectos nacen, crecen, se reproducen y mueren "¿También son seres vivos?", aunque afortunadamente también hay hechos que no cambian "ocho por cuatro treinta y dos"...

Hoy cumple ocho años y aún no le he comprado nada -ya tuvo su fiesta de amigos y regalos-, prefiero regalarle la frase de Saint-Exupéry. Es un regalo valiosísimo, lo sé, encontrar la lindeza del alma humana y recitarla al mundo nos llevará tiempo y empeño, pero ya hemos comenzado a derribar torres habitadas por fantasmas, apartamos sutiles telas de araña y dejamos caer poco a poco saquitos de arena, que vistos desde  muy arriba, no alcanzamos a entender por qué nos parecían tan pesados. 





El lunes mientras caminaba hacia mi trabajo sintonicé en una emisora de radio esta canción...o ella me sintonizó a mí. La he buscado en You Tube pero ninguna de las versiones que he encontrado puede verse en Blogger. Siento la publicidad, pero tenía que ser ésta.


domingo, 24 de marzo de 2013

Subterfugio XI: Jazmines

 "A veces me escribe la infancia
 una tarjeta postal: ¿Te acuerdas?"

Michael Krüger 

Qué maneras más curiosas de recordar...


En una de estas tardes, una tarde como cualquier otra, avanzo bajo la lluvia parapetada por paraguas y auriculares escuchando un programa de radio en el que los oyentes hablan de sus flores favoritas y el motivo por el que lo son. La memoria funciona así, de manera caprichosa, azarosa, y enseguida brota de mi boca la palabra jazmín. No llega sola, viene acompañada de un tesoro que había olvidado. Algún enter activó de manera precisa una llave dispuesta a abrir una cerradura o presionó algún resorte debilitado, lo cierto es que una oleada de emoción asociada al recuerdo fue bajando por mi médula espinal hasta liberarse a la altura del pecho, la garganta más tarde, encontrando finalmente el canal de salida de los ojos, en forma de lágrimas. Camino deprisa y llueve torrencialmente; nadie parece darse cuenta.

Debía tener seis o siete años aquella mañana de un verano en su pleno apogeo en la que desperté  confundida al percibir el alborozo en la voz de mi madre.

-¡Vamos, ven al patio. Esta noche ha nevado!

Infancia y pereza son contrarios siempre que exista una promesa de novedad escondida en cualquier rincón, así que la sigo sin tiempo de desperezarme un poquito, sin frotarme los ojos siquiera... El suelo de arcilla roja del patio amaneció cubierto por decenas de jazmines blancos. Realmente parecían copos de nieve permanentes y cálidos, de aroma dulzón. Nunca había visto tantos, mi madre solía barrer y regar el patio antes de que despertáramos, en parte para avanzar en su quehacer diario, pero con total seguridad porque aquella actividad solitaria del amanecer debía suponer un auténtico placer en medio de su rutinaria tarea de hacer camas y fregar suelos y platos.

Al comienzo de cada verano, en un acto que parecía mágico, del ceniciento tronco del jazmín brotaban ramas y mas ramas y de éstas, hojas y más hojas que se enredaban en un entramado de alambre que cubría todo el patio. Un día regresaba de las calurosas y festivas mañanas de colegio de finales de junio y lo descubría como si hubiera crecido de repente para darme una sorpresa tras mis breves horas de ausencia. La medida del tiempo en la niñez, es otra.

Mi madre tenía "buena mano" para las plantas fundamentada en cuidados muy básicos pero perseverantes,  un toque de intuición y una fe inquebrantable en el poder de la Naturaleza, segura de que ésta sabría compensar sus descuidos y errores. Pero al jazmín se topó con la solidez de mi padre y su elogio de la firmeza y los buenos cimientos. Mientras la mirada de todos trepaba por las ramas de la planta, la de mi padre se centraba en el arriate junto a una de las paredes de la casa y en los centímetros cúbicos de agua que engullía cada verano. Una pequeña grieta que ayer no estaba, un imperceptible milímetro de separación entre el suelo y la pared, una ligera curvatura en el terreno; el hecho es que hubo que cortar el jazmín como antes se cortó el melocotonero y después, la hiedra. 

Ahora, que mi padre ya no está y la presencia de mi madre se vuelve más frágil trato de reconocerme en ambos; en la solidez de mi padre, sin duda, aunque si la ocasión lo requiere, también puedo andarme por las ramas.

... Aquella mañana de julio mi madre me colocó en el centro del patio y comenzó a sacudir con fuerza el tronco del arbusto para que una nevada de jazmines cayera sobre mi pelo.


sábado, 2 de marzo de 2013

De problemas.

"Conocíamos el mundo a la perfección: 
-era tan pequeño, que cabía en las manos,
tan fácil, que se dejaba describir con una sonrisa, 
tan común, como en el rezo el eco de verdades remotas.

La historia no nos recibía con trompetas victoriosas:
-nos arrojó en los ojos arena sucia.
Ante nosotros, los caminos eran largos y ciegos,
los pozos envenenados, el pan amargo.

Nuestro botín de guerra es el saber del mundo:
-es tan grande, que cabe en las manos,
tan difícil, que se deja describir con una sonrisa,
tan extraño, como en el rezo el eco de verdades remotas."


Wislawa Szymborska




Trato de enseñar a mis alumnos a resolver problemas, si es que tal cosa es posible. Me refiero a problemas de sumar, restar, multiplicar y dividir y sus múltiples combinaciones.

Les cuesta, les cuesta muchísimo, salvo algún prodigio que surge de vez en cuando y que me llena de admiración e inseguridad, por si me pilla en un despiste. 

También mi hijo se enfrenta a la tarea de leer enunciados y cuestiones a las que debe buscar una solución, para mí tan evidente,  mientras a él le supone enfrentarse al universo de la incertidumbre, cada vez más profundo, apasionante e incierto. Me observa con atención esperando algún gesto que lo oriente en su reto; mi ceño, ligeramente fruncido o un contenido movimiento del rictus hacia el lado izquierdo de mi cara.

Enseñarles a pensar matemáticamente es una de las competencias que trabajamos desde la escuela, dotarles de una serie de estrategias para que sean capaces de abstraer y aplicar ideas matemáticas a otras situaciones. A otras situaciones. Este es el auténtico problema: la diversidad y complejidad de esas nuevas situaciones hace que nos enfrentemos a ellas como eternos novatos. Introducir el más mínimo cambio en el planteamiento del problema hace que nuestra seguridad anterior comience a tambalearse o pone en duda el valor de nuestra experiencia, aunque siempre nos queda el recurso de la memoria o la intuición y la necesidad de asumir de nuevo el error... tan grande, tan difícil, tan extraño.






jueves, 7 de febrero de 2013

Diálogos entre Amor y Libertad


"Ámame
pero no te acerques demasiado;
da lugar a que el amor
celebre su dicha.
Deja siempre un mechón 
de mi pelo rubio
libre."

Maria Wine



Trois couleurs: Blanc.Krzysztof Kieslowski (1994).


- Hello my Love.

- Ça va, ma Liberté? Pero, ¡otra vez no! Volvemos a hablar idiomas diferentes. ¿Es que siempre tiene que acabar de este modo?

- Te lo he dicho de todas las maneras posibles, te lo he demostrado una y otra vez, lo nuestro no puede ser porque cuanto más eres tú,  menos soy yo.

- Pero el sentido de la libertad es el amor. No has leído el libro de San Agustín que te regalé para nuestro aniversario ¿verdad? Lo deja bien claro: "Ama y haz lo que quieras".

- No he encontrado el momento adecuado para leer ese libro, necesitaría un estado de deliberada soledad. Por cierto, no me has comentado nada sobre la frase de Marguerite Yourcenar que te dejé en un pósit en la cocina.

- Si, la leí, y me diste el desayuno: "El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido  quedarnos solos". Me pregunto si no habrás confundido la libertad con el individualismo y el egoísmo, peor aún con el miedo al compromiso, a la felicidad.

- La felicidad... Ay, Amor, a veces yo también me lo pregunto...y es que sin ti, tampoco soy.



"También se puede encontrar la libertad
en solitario,
en-cerrado
entre cuatro papeles,
es decir ¡libre!
Claro que es una libertad canija.
La libertad robusta
sólo la sentiréis encadenados
aprisionados
casi ahogados
en los brazos de quien amas y te ama. "


Gloria Fuertes