domingo, 13 de noviembre de 2011

De árboles y poesía.

 “Hubo árboles antes que hubiera libros, y acaso cuando acaben los libros continúen los árboles. Y tal vez llegue la humanidad a un grado de cultura tal que no necesite ya de libros, pero siempre necesitará de árboles, y entonces abonará los árboles con libros”. 
Miguel de Unamuno



Ando escasa de tiempo, aunque si soy totalmente sincera debería decir que de lo que ando escasísima es de ideas que merezcan la pena ser contadas. A pesar de ello,  mi resistencia a que este espacio se extinga me obliga a soplar levemente para avivar la lánguida llamita que lo mantiene vivo, ayudándome de la hojarasca que sabiamente ofrece el otoño.

Escuchaba hace unos días, en la radio, una serie de poemas inspirados, dedicados, escritos por y para la naturaleza, recogidos en el libro "La poesía de los árboles" de Ignacio Abella. 

Siento que esta entrada casi no es mía; tomo prestada una reflexión, una fotografía, un poema... casi no es mía, pero sí es vuestra.





Yo le tengo horror a la muerte.
Mas a veces cuando pienso
que bajo de la tierra he de volverme
abono de raíces,
savia que subirá por tallos frescos,
árbol alto que acaso centuplique
mi mermada estatura,
me digo: -Cuerpo mío,
tú eres inmortal.
Y con fruición me toco
los muslos y los senos,
el cabello y la espalda,
pensando: ¿palpo acaso
el ramaje de un cedro,
las pajuelas de un nido,
la tierra de algún surco
tibio como de carne femenina?
Y extasiada murmuro:
-Cuerpo mío: 
 ¡estás hecho
de sustancia inmortal!

Juana de Ibarbourou



Imagen : Utopazzo