sábado, 5 de marzo de 2011

Impresiones de viaje I: Monasterio de Poblet.


"Los monjes blancos, en vez de aspirar a hacer una síntesis entre la realidad terrenal y la realidad de la fe, optaron decididamente por abandonar el mundo. Sin embargo, como eran mortales, tuvieron que llevarse algo de este mundo. Reducir este algo, convertirlo en casi nada, y después desprenderse de él para darse a Dios, he aquí lo que ellos querían. ¿Cuántos, de entre ellos, lo consiguieron? De esta voluntad heroica nació su arquitectura, una de las más extraordinarias que el mundo haya conocido."

Fréderic Van Der Meer, (Atlas de l’Ordre Cistercien)


En uno de mis viajes con Utopazzo visitamos la provincia de Tarragona dispuestos a conocer el monasterio de Poblet, magnífica obra cisterciense que siglos después sigue cumpliendo con su cometido; elevar la espiritualidad que todo ser humano posee. Alejados de los estímulos externos, terrenales, toda percepción se circunscribe a la perfecta unión de arte y naturaleza; los monjes en su objetivo de llegar a lo más alto en su perfección espiritual hicieron un trabajo excelente, rodearse de belleza, pero de una belleza esquiva y aislada de la parte del mundo en la que se asienta, convirtiéndose de esta manera en el hermoso reflejo de una imagen en el espejo.

En el preciso instante en que traspasas las puertas del monasterio notas como el tiempo se ralentiza, aumentando la capacidad de percepción de todo cuanto te rodea: mientras escuchas el eficiente monólogo de la guía turística que nos acompaña, los sentidos, expandidos, van recibiendo otro tipo de información; el olor a madera en el refectorio o a papel antiguo y polvoriento de la biblioteca, la potente luz de julio intentando colarse por los ventanales siendo rápidamente neutralizada por la oscuridad del interior, los cambios de temperatura en el paso de una estancia a otra hasta llegar al calor del mediodía en el impresionante claustro, suavizado por el murmullo fresco del agua del lavatorio...

Terminada la visita vuelves a pisar tierra al ritmo marcado por otras sensaciones más elementales recordándonos, siempre alerta, que ya es hora de comer. Buscamos un lugar adecuado en el pueblo en fiestas, desierto a esas horas, preparándose en su descanso para la gran noche. Entramos en un restaurante pequeño y acogedor pese a estar vacío y elegimos mesa; descubrí entonces que sus paredes estaban decoradas con láminas del fotógrafo Enri Cartier- Bresson y en cada una de aquellas fotografías encontré, precisamente, lo que no tenía cabida en el monasterio: instantes llenos de vida, de belleza sublime a la vez que imperfecta, momentos que muestran toda la dimensión del alma humana inmortalizados en unas décimas de segundo, como expresara el propio fotógrafo: "Mi mirada deambulaba por la vida, permanentemente".

Mientras conversábamos y dábamos cuenta de una deliciosa comida, la mirada divertida y satisfecha del chico de la "Rue Moffetard" nos acompañaba en la mesa.



"Rue Moffetard".Cartier-Bresson (1954)


19 comentarios:

  1. Supongo que como todo en la vida, cada uno busca la belleza a su modo. El monasterio se pierde parte de la belleza exterior, pero para los que lo habitaban, la belleza estaría precisamente dentro.

    Menuda compañía en la comida! Me encanta :)

    ResponderEliminar
  2. He aprovechado Ana tu entrada para hacer una especie de "recuperación" a través de imágenes en la red sobre este singular monasterio. Ha sido un agradable viaje de reencuentro con la belleza hecha arquitectura.
    Comparto ese sentimiento de ralentización del tiempo del que hablas, casi siempre acompañado de una sensación de inanidad personal creo que producto de lo colosal de las dimensiones de este tipo de arquitectura : pasillos que parecen nunca acabar, grandes alturas, belleza por todos lados en forma de columnas y capiteles, arcos y dovelas. Difícil extraerse de una atmósfera que los religiosos supieron plasmar con maestría.
    Pero como bien dices, siendo belleza no deja de ser una belleza estática fácil de contraponer a la belleza de lo que está vivo, magníficamente representada por ese infante satisfecho. La primera sería una belleza diríamos que platónica, fiel reflejo de la Idea de monasterio yacente en ese imaginario mundo de las Ideas; por el contrario, esa mueca de satisfacción, casi pícara del niño, es magistralmente imperfecta y nada divina. Es el aquí y ahora, el presente impredecible que se basta a sí mismo y que no necesita de ese otro mundo como espejo de perfección. Digamos que la primera es una belleza Ideal y atemporal y la segunda una belleza efímera con ansia de eternidad hecha fotografía. Toda creación de lo bello, es un juego entre dos mentes: la que crea y la que contempla y decodifica el mensaje del artista y lo hace inteligible.

    Por cierto, Ana, he notado unos cambios favorables en el diseño de tu blog. Sin embargo, no me sale la foto grande de la cabecera, sólo veo el título en un gran fondo negro. El resto está perfecto.

    ResponderEliminar
  3. "Fotografío una cosa para saber a qué se parece esa cosa una vez fotografiada"... Garry Winogrand se expresaba de esta forma tan sencilla, llena de contundencia, pues no hay nada más evidente que una imagen congelada... así tal vez, los arquitectos y constructores de todo cuanto nos rodea, hacen una instantánea y queda ahí, para sobrevivir al paso del tiempo y ser contemplada como una fotografía... ¿a qué se parece esta obra? Fácil respuesta: se parece a sí misma y es única e insuperable. Que sea bella, majestuosa, sublime o una obra carente de un espejo donde poder verse, es bastante más subjetivo. Una obra de arte, no deja de ser eso, hasta que quién la contempla, le pone nombre y apellidos. Sólo por ese hecho en sí, existe como tal.
    Hay gente que le aburre sobremanera la música de Mozart, la de Beethoven o The Beatles... esto no significa nada, pues a esa misma persona le parecerá una obra de arte, algo muy distinto y que nosotros llamaríamos de otra forma. Lo único de cierto que tenemos al respecto, es que una obra de arte lo es, cuando existe (al menos) una persona que lo nombra como tal; lo ve como tal.

    Entre el silencio del Monasterio, la luz, la sensación del tiempo que no existe o la piedra que te observa y la mirada del chico (tan contento con sus dos botellas, presumiendo frente a las chicas que lo miran como si de un héroe que ha conseguido un imposible se tratara) hay diferencias abismales y al mismo tiempo, lo que nos dice, es la relatividad de ese tiempo congelado frente al asombro de nosotros mismos cuando nos preguntamos por qué el hombre consigue a veces tan dignas maravillas y en otras ocasiones, ese mismo hombre no es consciente de su insignificancia frente a esto y al mundo que lo contiene.

    Recuerdo que la comida fue como otra fotografía que guardamos en nuestro cajón (entonces no existían los disco duros de ahora) de recuerdos y ahí están congelados... sepia a la plancha y tortilla de patata con unas frequitas cervezas. Si estaría bueno (y el cocinero lo sabía) que una vez terminamos de dar cuenta del manjar exquisito, salió en persona a preguntarnos (como hacen los grandes cocineros) qué nos había parecido el almuerzo...

    Volveremos sin duda a recuperar esos momentos, esos monumentos y esos manjares, pero esta vez deteniendo el tiempo y dando paso a Pablo...
    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Los monasterios, los hospitales, las cárceles no dejan de ser lugares de reclusión de las almas o de los cuerpos enfermos. Cuando los visitas o permaneces una temporada en ellos te das cuenta de que la belleza está fuera, en las cosas más insignificantes.

    Yo, que soy un enamorado del arte, no puedo evitar reconocer que hay más belleza en la sonrisa del niño de la Rue Moffetard o en el beso de tornillo de la pareja de Times Square que en todos los claustros cistercienses del mundo juntos.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Elena,

    La belleza se busca constantemente tanto de forma individual como colectiva -corrientes artísticas, culturales, conceptuales...- y se encuentra en cualquier lugar, pero siempre me ha desconcertado la búsqueda de la perfección espiritual, el acercarse a Dios, dejando lo humano fuera del círculo

    Un abrazo.




    Prometeo,

    Por tu comentario deduzco que has paseado por el monasterio.
    Me gusta la arquitectura de los monasterios, realmente consiguen el efecto de aislarte del mundo y llevarte hasta otra dimensión; prescindir de todo estímulo "superfluo" concentra toda la atención en el interior, en tu interior, pero este efecto prolongado en el tiempo debe sumirte en una especie de autocomplacencia (los monjes lo llamarían la contemplación de Dios), poco productiva, cuando el verdadero trabajo de autoconocimiento y universalización de la belleza estaría en el exterior de sus muros, aunque tampoco sería justo no reconocer que, además de la magnífica arquitectura, en el interior de los monasterios se ha trabajado bien y mucho por el progreso de las artes y de las ciencias.

    La instantánea del chico nos llega de una manera fácil y directa, empatizamos con su mirada y su sonrisa; la imagen reflejada en el espejo en este caso es nuestra propia imagen, también bella, también eterna.

    Un abrazo, sobre fondo Klimt (no me digas que sigue siendo negro)

    ResponderEliminar
  6. Magnífica arquitectura .Tal vez para imprimir belleza al silencio del Monasterio.
    Me gusta la mirada que " deambula" por la vida ,prestando atención a los sonidos que emite la naturaleza. Hasta una brizna agitada por el viento parece vibrar.
    La fotografía nos conecta con momentos "llenos de vida ... con la belleza sublime e imperfecta".
    "Soy un perfecto ser humano imperfecto y lo admito" ( he olvidado el nombre del autor de esta frase).
    Me gusta admirar la imperfecciones de lo que nos rodea porque ellas son el sello de algo único e irrepetible.
    La imagen captada queda como testimonio perennne de un retazo de vida.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Utopazzo,

    Creo que en muchas ocasiones el hombre se siente insignificante y consciente de lo efímero de su paso por el mundo tiene la necesidad de crear obras de arte para dejar evidencia de su paso por él y al mismo tiempo conseguir algo parecido a la inmortalidad. Dios mismo, hecho a la imagen y semejanza del hombre posee estas cualidades: es creador a la vez que eterno. La expresión artística se sirve de cualquier forma para manifestarse, desde la trabajosa, lenta y persistente construcción de un monasterio o una catedral a un apunte rápido de un pintor o una fotografía y tiene como finalidad adornar nuestra vida, pero no sólo eso, también es una manera de comprender el mundo y un compromiso con él, por eso cada uno de nosotros se identifica más con unas u otras manifestaciones artísticas.

    Utopazzo, recuerdo aquel día de viaje casi hora a hora, hay días mágicos y éste lo fue, con la tarde que siguió a esta espléndida mañana tengo para otra historia...Un beso.

    ResponderEliminar
  8. el presley,

    Estamos ante dos maravillosas formas de arte, tan distintas en su forma, fondo, técnica empleada, contesto histórico que es realmente difícil establecer un análisis comparado, si acaso podríamos decir que son antagónicas o mejor aún complementarias; el monasterio sería la construcción de un modelo de mundo o vida idealizado mientras que, en las fotografías mencionadas, lo que vemos es la VIDA misma.

    Un saludo y gracias por compartir tu impresión.

    ResponderEliminar
  9. Pues ya me tienes en ascuas, pues las horas siguientes (al no tener una memoria cuasi perfecta) no las recuerdo...
    Me ha gustado eso de "Dios hecho a imagen y semejanza del hombre" pues no es posible lo contrario, pese a quién le pese.
    La insignificancia humana es consciente precisamente desde el primer primitivo que alcanzó a plasmar en la pared de una cueva, con barro, sangre u otra sustancia aparecida de forma casual, la imagen de algo que veía... así consiguió inmortalizarse, al tiempo que era (en otro estadio de mensura) consciente de la grandeza de lo que le rodeaba y su insignificancia frente a ésto. Hoy en día, tal vez lo conseguimos mientras leemos, escribimos o inmortalizamos momentos inolvidables con una videocámara... y por qué no, en la cadena genética que portan nuestros hijos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Ana, lamento decirte que ese fondo negro sigue ahí, victorioso e indomable.
    Utopazzo, si te ha gustado lo de dioses hechos a imagen y semejanza de los hombres, te remito a Feuerbach. Lo explica con una claridad meridiana a la que es difícil sustraerse.

    ResponderEliminar
  11. Gracias Prometeo. La verdad es que me encanta el tema de la invención en general y sobre todo, la de los dioses... veré ese autor a ver que aprendo nuevo, que seguro será bastante.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  12. Utopazzo,

    Con tu memoria musical y mi memoria visual podríamos hacer una recomposición bastante aproximada de algunos momentos compartidos, inolvidables...inolvidables, verdad? No te preocupes, ya iré relatando alguno más y si no recuerdo algo me lo inventaré...

    Esa insignificancia que comentas, el miedo a lo desconocido y a la muerte, el sentirse sólo en el universo, en el mundo o simplemente en su día a día, impulsa al ser humano a hacer cosas grandes, arriesgadas, perversas o geniales.

    Un beso.



    Prometeo,

    Me has llevado a mis tiempos de instituto al citar el nombre del filósofo, todavía recuerdo el título del tema de mi libro de filosofía: "El ateísmo antropológico de Feuerbach.

    He buscado el enlace de mi blog en Explorer y efectivamente se ve negro, sin embargo en Google Chrome y en Firefox, se ve bien. Es lo único que he podido averiguar. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. Carmela,

    Estamos ante dos muestras de arte indiscutibles que nos conmueven desde su belleza perfecta o imperfecta, con las mismas perfecciones e imperfecciones de los hombres por las que fueron creadas.
    A mí también me gusta esa mirada que deambula por la vida...Bressón decía en otra de sus frases que fotografiar era "situar la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo eje, en el instante decisivo"...no parece nada fácil.

    Gracias Carmela y un abrazo.

    ResponderEliminar
  14. Ana, pues ya tuviste suerte, porque no recuerdo a Feuerbach de las clases de Filosofía de COU.
    Aprovecho para hacer una crítica suscinta a la Filosofía oficialista que se imparte en los colegios e institutos. Muchas hojas dedicadas a Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Hegel y Kant; y despachan en 20 líneas o menos a autores como Nietzche, Feuerbach, al gran Demócrito, Sócrates o al genial Spinoza. Que cada cual saque sus conclusiones.

    Misterio resuelto: opero con Internet Explorer.

    ResponderEliminar
  15. Es curioso el tiempo que pasa entre las dos miradas que relatas, una mirada estática como la foto fija de esa obra de arte que es la arquitectura del Monasterio, la imagen en movimiento de las fotos de la pelicula y vuestras propias fotos que acompañan el acontecimiento, la visita, la comida y los recuerdos que son también fotos o películas muy personales.

    En este relato habéis sido espectadores de las imágenes estáticas y en movimiento, y actores de vuestra propia película para pasar más tarde a volver a ser espectadores ante las fotos de aquel momento. Y todo sobre un guión improvisado. :)

    Un beso guapa.

    ResponderEliminar
  16. http://www.mystudios.com/artgallery/

    Ana, puede que ya conozcas esta página. De no ser así, seguro que la vas a disfrutar.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  17. Encarni,

    "Cualquiera" de nosotros podría ser el protagonista de las fotografías de Bresson, que por otra parte son "únicas", valga a paradoja. La secuencia de imágenes de momentos vividos que guardamos en nuestra memoria, álbum de fotos o disco duro del ordenador no son otra cosa que nuestro caminar por la vida, bastante improvisada en ocasiones, afortunadamente.

    Un besico.


    Prometeo,

    Gracias por el enlace, conozco algunos similares pero éste no lo tenía. Lo disfrutaré.

    ResponderEliminar
  18. Juanma
    "La luz del cuerpo es la mirada. Así que, si tu mirada es límpia, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu mirada es oclusa, todo tu cuerpo estará en tinieblas" (Mateo, VI, 22).
    Abrazos.

    ResponderEliminar
  19. Para Mateo, como dices en tu comentario, la luz del cuerpo es la mirada pero el ojo no es el origen de la luz, sino la ventana por la cual la luz entra al cuerpo, por eso es tan importante elegir hacia dónde la dirigimos ya que no todo es luz. Sin embargo una mirada también puede ser fuente de luz para los demás y una magnífica forma de comunicarse; hay miradas que hablan por sí solas, a través de ellas transmitimos y recibimos una información valiosísima que completa, complementa o sustituye a las palabras, incluso desde aquí se puede mirar y ser mirado.

    Un abrazo Juanma.

    ResponderEliminar