En mis primeros años como maestra obtuve destino durante un curso escolar en un instituto de la Sierra de Segura. Visto con la lejanía marcada por el tiempo, debo de admitir que fue un año extraordinario de amistad y aprendizaje, kilómetros en coche y horas de teléfono móvil.
Encontré un bonito apartamento, prácticamente nuevo, con impresionantes vistas a la sierra y calefacción, aunque ubicado en una zona algo apartada y solitaria del pueblo. Fue una suerte ya que en principio el dueño sólo lo alquilaba fines de semana y meses de verano a turistas que visitaban aquel bello entorno.
Por otra parte el ambiente en el instituto era fantástico, el claustro estaba compuesto por un profesorado bastante joven y recién llegado por lo que enseguida trabamos amistad. Nos reuníamos por las tardes bajo cualquier pretexto: realizar cursos de formación que se ofertaban en la zona, excursiones por los alrededores, cenas, fiestas... así que los días y las tardes transcurrían rápidamente. Sin embargo las noches... bueno, al principio simplemente no dormía, los ruidos generados por la naturaleza siempre me han producido insomnio ya que no concilio el sueño hasta que logro identificarlos, aunque con el tiempo logré habituarme, más bien me dí por vencida y fui recuperando sueño atrasado. Poco duró mi descanso ya que comencé a escuchar otro tipo de ruidos, difíciles de explicar; provenían del interior de la casa, como si algo rodase por techo, suelo, paredes... y de nuevo el insomnio. En el edificio sólo vivíamos yo, en la planta baja y justo encima el propietario con su madre anciana y un gato. De vez en cuando subía a su casa para pagarle el alquiler y charlar un rato, así que un día aproveché, como quién no quiere la cosa, y le comenté lo de los extraños ruidos. Contuvo una sonrisa (nunca lo vi reír) y me dijo que estuviera tranquila, debía ser su gato que jugaba por las noches o palomas cuyos nidos había descubierto recientemente. Sus palabras, bastante lógicas, me parecieron suficientes y así día tras noche llegamos al inicio de la primavera.
Aquella noche me acosté tarde porque mis compañeros y yo habíamos quedado para celebrar no recuerdo qué, la verdad es que celebrábamos bastante, y me despertó un ruido que me pareció muy próximo, dentro de la misma habitación. Todo mi cuerpo quedó paralizado a excepción de la mano derecha, siempre alerta, que pudo encender rápidamente la lámpara de la mesilla. Y la vi. Era una rata enorme que me miraba con el mismo espanto con el que yo la miraba a ella y que se escabulló por el pasillo en dirección al cuarto de baño. En cuanto pude reaccionar hice lo mismo y cerré la puerta.
Me preparé un té, pegué la oreja a la puerta del baño -no se oía nada-, miré el reloj: las cuatro, las cinco... finalmente dí una cabezada sentada en el sofá hasta que desperté aliviada con la luz de la mañana. Decidí entrar en el baño, más por necesidad que por arrojo, provista de un cepillo, pero ni rastro de Ella.
Pasé la mañana en el instituto bebiendo café y contando la historia a diestro y siniestro pero las horas transcurrían veloces y debía regresar al apartamento, afortunadamente un compasivo compañero, profesor de química y experto en roedores, se prestó a acompañarme y echar un vistazo.
-Ves todas esas manchitas de ahí arriba, es orina de rata, debe de haber varios nidos distribuidos por todo el techo -me dijo-.
Inspeccionó el cuarto de baño y comprobó que la intrusa bajaba por el conducto de ventilación y salía por un agujero que había tras el bidé.
-Has notado si te faltaba comida, trozos de comida quiero decir.
Una sucesión de imágenes con trocitos de pan, galletas incompletas, comida fuera del plato pasaba rauda por mi cabeza mientras mi compañero enumeraba una aterradora lista de enfermedades, incluida la peste bubónica, transmitidas por roedores.
-Ahora es la época de cría por eso habrás notado mayor actividad. Vete de aquí -concluyó-.
Le dije que sí, pero cuando me tranquilicé cambié de idea; había aguantado todo el invierno precisamente para disfrutar de la primavera en la terraza desde la que había asistido al deshielo de las montañas y no quería perderme cómo el verde tardío teñía, tramo a tramo, el espléndido paisaje. Hablaría con el dueño y le expondría la situación, le diría que la rata o yo... y la eligió a Ella.
Terminé el curso en un piso microscópico con vistas a la gasolinera y haciéndome promesas de que a partir de ahora intentaría ser más cigarra que hormiga, eso sí, dormía del tirón arrullada por el sonido de los coches que circulaban por una carretera cercana.
"El Yelmo" desde mi terraza serrana.
Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!!!
ResponderEliminarMadremíadelamorhermoso!!! Me da algoooooo!!! Yo hubiera salido pitando de ahí y me hubiera metido en el coche aunque sea!!! Qué valor! Recuerdo cuando a mis compis de Aldeaquemada se les metió un ratoncito y durmieron tan tranquilos hasta que a la mañana siguiente le puesieron una trampa. En cuanto me enteré de la historia advertí a una compañera: "si alguna noche aporrean el timbre de tu puerta, abre que soy yo y he visto u oído algo raro en la casa". Afortunadamente no tuve que hacerlo, pero vaya tela lo tuyo. Y lo peor que el casero pasara de ti!!!
En fin. Muy bonito El Yelmo. Yo he estado arriba del todo y me he tirado en parapente desde allí. Si te apetece, dímelo que estoy deseando repetir ;)
http://elblogdelenitita.blogspot.com/2008/08/un-sueo-cumplido.html
Elena, no te lleves una impresión equivocada, que mientras buscaba mi nueva morada me tuvieron que dar asilo. Cualquiera dormía allí, y de entrar al baño ni te cuento. Lo que ocurre es que el apartamento era muy bonito y me resistía a abandonarlo, había pasado lo peor ya que estaba apartadillo y lo pasaba regular cuando regresaba por la noche, además era un edificio grande con cinco o seis apartamentos vacíos, allí en invierno no se veía un alma, y quería disfrutarlo con el buen tiempo.
ResponderEliminarRespecto al casero, con la llegada de la primavera tenía asegurado el alquiler los fines de semana y le sería más rentable.
Recuerdo que me sorprendiste con tu afición al parapente; lanzarse desde el Yelmo debe ser una sensación indescriptible.
Bueno, bueno, Ana. Ese encuentro en la tercera fase con la rata debió ser sin duda impactante. Y lo has contado tan bien, que difícilmente me sustraigo a compadecerte por semejante trance ante un roedor con tan mala prensa. De todas formas, respira que yo tampoco creo que hubiese podido dormir esa noche. Claro, esa era una y estaba encerrada en el baño .... Pero ¿Y si esa era sólo la avanzadilla o la exploradora de una extensa familia presta a colonizar la habitación? En fin. Una pena lo de las vistas. Esa foto desde tu terraza así lo confirma. Qué le vas a hacer.
ResponderEliminarAh! la historia está muy bien escrita desde el punto de vista literario. Tu estilo tiene fuerza y transmite de maravilla.
Un abrazo.
Muy bueno tu relato sobre la rata.
ResponderEliminarMe han venido a la cabeza dos historias relacionadas con él. El de la película Psicosis por aquello del hombre con su vieja madre en la casa solitaria y el de la novela de Abert Camus, "La Peste". ("Los bubones duermen en las páginas de los libros")
Veo que el suceso te dejó huella.
Saludos.
Ana, a mí lo que más gracia me hace, es que sin conocer de nada al dueño y amo del apartamento, puedo imaginarlo: cuando acudes a él con el semblante cambiado, con la respiración acelerada y contándole el episodio con todo lujo de detalles; él, impasible y con una sonrisa burlona interior, tratando de disimularla y pensando para sí, cómo somos los de la "capital"... estoy seguro que a él, no le parecía nada extraño que una rata, conejo, murciélago o incluso algún dinosaurio del Cretácico despistado, anduviera por el edificio que con tanto mimo, él descuidada porque no temía a nada...
ResponderEliminarConociéndome, ese día habría cerrado puertas y ventanas y tal vez hubiese dormido... ahora bien, al día siguiente habría aparecido con todo tipo de artilugios varios para dar caza al "bicho", ataviado con botas altas, guantes de cuero de los armadores, pantalón y casco de bombero, con mascarilla, garrote del tipo del pueblo, jaula gigantesca (no se sabe qué birchejo se podía aparecer después de aquello); cámara en mano para grabar la heroica lucha si se hubiere presentado y compañía de uno o varios valientes para ser testigos del evento, que luego habría triunfado en Internet; también hubiera fumigado el bloque entero, trampas por todos los lugares y me habría quedado esperando en el mismo colegio, donde habría colocado el campamento base con mi "lumigas" y tostadora (que no falte)...
Bonita vista que recuerdo con lágrimas en los ojos y una sonrisa al tiempo que me lamento de no haber sido yo, el protagonista.
Besos.
Prometeo,
ResponderEliminarComprendí enseguida que Ella (la rata y yo habíamos compartido techo y comida durante todo un invierno así que merecía tener un nombre propio) era la avanzadilla de una "Gran familia", no podía hacer otra cosa que batirme en retirada, pero me costó aceptarlo. En varias ocasiones estuve a punto de marcharme de allí, porque aquellos ruidillos eran inquietantes, pero aguanté sin obtener la pequeña recompensa esperada; para mí, poder gozar de unas buenas vistas es un premio que bien puede merecer alguna concesión.
Gracias por tus palabras siempre generosas.
El presley,
ResponderEliminarMenos mal que nadie me sugirió esa comparación entre mi casero y Norman Bates, porque entonces el temor provocado por la rata hubiera sido una insignificancia.
En cuanto a la referencia a "La peste", me parece muy acertada, ya que pone de relieve que la vida en muchas ocasiones es irracional y por supuesto imprevisible y el ser humano la controla menos de lo que piensa. Por terminar en positivo cito una de las ideas que Camús quería transmitir con su novela: "En el hombre encontramos más cosas dignas de admiración que de desprecio", aunque en ocasiones hay que hacer un esfuerzo para compartir esta máxima, esfuerzo que por otra parte, merece la pena.
Utopazzo,
ResponderEliminarConociéndote quizá hubieras cerrado la puerta y hubieses dormido, pero lo del garrote no me encaja, en numerosas ocasiones hemos tenido que "deshacernos" de numerosos bichejos donde la cosa se ha complicado bastante y se ha alargado más de lo deseable para que éstos no sufrieran el mínimo daño en el momento de ser devueltos a su hábitat correspondiente, tras el desalojo del nuestro. Lo de la cámara, sí, pocas cosas escapan o escapamos, a su mirada.
Supongo que para el casero era tan normal tener un roedor en la casa como para mí no tenerlo.
Es incuestionable el protagonismo del paisaje, aunque si miras con atención seguro que también te encuentras.
Una sonrisa.
Ana, ya veo que lograste recuperar los comentarios que se borraron, entre ellos el mío. En otros lugares, no ha sido posible hacerlo.
ResponderEliminarY no me extraña ese Utopazzo en plena acción, dispuesto, como un cazafantasmas, a dar con el bicho ese ... o lo que se encontrase a su paso.
Te envío un saludo.
Ana, esta canción me parece de una belleza extraordinaria. Compartirla contigo y con Utopazzo, es un verdadero placer. Que la disfrutéis.
ResponderEliminarhttp://youtu.be/63OeB5iv3oY
Me he liado con mis propios personajes. En fin. Ya sabéis quién soy.
ResponderEliminarPrometeo, aún no he visto el vídeo que has enviado, pues se me ha ocurrido al leer eso de "mis propios personajes", me ha hecho bastante gracia: ves! Ya tenemos algo de tu Yo, y del SuperYo... tal vez nos falte el Ello. Je,je... Prometeo, prometo echar un vistazo al vídeo y después comentamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Prometeo,
ResponderEliminarFue una suerte no eliminar los comentarios en mi correo,lo que hago de forma inmediata, supongo que alguna demanda urgente de mi entorno cercano, timbrazo o llamada lo impidió.
Me hizo pensar que igual que han desaparecido algunos comentarios podría ocurrir también con entradas, parte del blog o el blog entero...no lo había pensado antes, no sé si existe alguna forma de recuperarlo, pero este hecho imprevisible y fuera control le proporciona, quizá, un valor añadido.
Gilgamesh,
Qué bonito. Supongo que recordarás por una entrada pasada que me encanta la música celta y Luar na Lubre por descontado, pero el vídeo... una maravilla, me ha transportado a esos paisajes que conozco y que adoro: Los "aguillons" del cabo Ortegal, los acantilados, la carreterilla hasta el faro, los bosques donde descubrimos caballos semisalvajes y la magníficas vistas de Cariño, un pueblo tan lindo como su nombre. Disfrutando de las vistas coincidimos con una señora de Madrid que nos habló de que todos los veranos visitaba Cariño para hablar con su hija, "¿vive aquí?", le preguntamos. No vivía allí, pero antes de morir (a una edad temprana) pidió que esparcieran allí sus cenizas porque quería pertenecer a aquel lugar.
En fin, gracias Gilgamesh, siempre es una alegría reencontrarse con "viejos amigos".
Verás, Ana. No sé si será cosa de los Hados, pero repasando el sitio de venta de entradas del Corte Inglés, me topo con que .... LUAR NA LUBRE ofrece un concierto el 28 de Mayo en EL TEATRO INFANTA lEONOR DE JAÉN!! SI NO LAS TIENES ... ¡VETE CORRIENDO A POR LAS ENTRADAS! he visto, que al día de hoy, están disponibles. Qué suerte tienen algunos. Pero pensándolo bien ....
ResponderEliminarEstás sembrado, Utopazzo. Ya digo yo que tu imaginación es muy fértil. Y sí, no dudes que también tengo mi Ello. Lo que pasa es que lo tengo muy atadito en corto. Aún así, a veces se escapa y hace de las suyas. Qué le vamos a hacer.
ResponderEliminarUn abrazo de mi Yo, de mi Super-yo .... y por qué no, también de mi Ello.
Ana, el último comentario anónimo tiene pinta de spam. He visto exactamente el mismo comentario (que yo también he recibido) en una página, digamos que picante.
ResponderEliminarPrometeo,
ResponderEliminarYa suponía lo del comentario anónimo. Gracias.
Lo del concierto de Luar na Lubre, una lástima pero tendré que esperar otra ocasión...
Un abrazo!