domingo, 29 de septiembre de 2013

Retorno a la luz interior II

"Conozco el calor que no se olvida
cuando se tuvo en brazos
un niño dormido
o un hombre despierto."



Parcela de mundo vista desde mi terraza (Fotografía:  Rafa él)


Doy por concluida la temporada de veladas en mi pequeña terraza con vistas al mundo, porque desde mi terraza veo un mundo que sobrecoge con su amplia gama de contrarios: cantos de pájaros y tubos de escape generadores de ruidos infames, jóvenes con mochila y jubilados que transitan su camino diario de direcciones opuestas, ventanas abiertas, ventanas cerradas, nidos de golondrinas y camiones de basura, amaneceres de postal y lunas dignas de poetas enfebrecidos...

Desde mi privilegiado mirador he sido testigo, de este a oeste, de un ciclo solar completo, desde las ramas desnudas reflejadas en los charcos sucios de la ciudad, a la nieve en las cumbres de montañas cercanas; desde los árboles periódicamente cubiertos de vida, hasta el verano de risas y zambullidas en el agua, tan recientes, que todavía resuenan en mis oídos... Ahora, es tiempo de que el reloj regrese a mi muñeca, de horarios superpuestos en el tablón de corcho, marcando mis días, negociando nuevos ritmos. También es el momento de regresar a la luz interior, la que brilla con fuerza cuando todo se vuelve hostil, la luz que ejerce un efecto llamada de viejo calor conocido, generador, ese que te cobija aunque no lo necesites. Para el necesario tengo una manta naranja, algunos brazos y mi capa de escepticismo que, como cada otoño, comienza a engrosarse. De otra manera ¿soportaría el invierno?



10 comentarios:

  1. Seguramente. Había una señora en mi pueblo que siempre decía "que Dios no nos mande todo lo que podemos soportar".
    Pero no cabe duda que es mejor con brazos en los que asentar y cobijarnos...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. También lo creo, pero más vale no tener que comprobar dónde está nuestro límite.

      Mejor con brazos, cómo no, aunque con el tiempo vienen siendo más escasos.

      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Una parcela pequeñita, pero no hay duda alguna que es la mejor…

    Si no fueses escéptica, no te querría, Ana.

    Naturaros y cálidos besoabrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Uhmm! Romanticismo y otoño parece que encajan bien, pero, ¿romanticismo y escepticismo? Lo dicho, el mundo está conformado por contrarios en apariencia que, a veces, fraternizan.

      Muy cálidos.

      Eliminar
  3. Maravilla de terraza compartes con Rafa-el con vistas a la parcelita. Ya queda lejos de la fecha de la entrada y seguro que el ritmo diario todavía le ha dado mayor distancia, confío en que volváis pronto, voy con vosotros.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El ritmo se va haciendo con nosotros, Sergio, aunque hasta que no comience oficialmente el horario de invierno le seguiremos oponiendo resistencia.

      Invitado estás, la terraza no es muy grande pero da para una copita y una buena charla.

      Eliminar
  4. Hay inviernos muy largos, sin apenas calidez que los haga llevaderos,
    Y terrazas por las que la primavera y el verano apenas se dejan ver.
    Suerte la tuya!!!
    Abrazos muuuy calidos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Azulceleste, he conocido ese tipo de inviernos, incluso algún verano que pasó de largo; en este último el viento ha sido favorable y no he querido desaprovechar la ocasión.

      Un abrazo y todo el ánimo del mundo.

      Eliminar
  5. La capa de escepticismo y la camiseta verde! Uff!

    ResponderEliminar