viernes, 16 de diciembre de 2011

Cierres

Echó el cierre con la rutinaria puntualidad de cada noche, sin dedicar una mirada definitiva al interior de la tienda, a cada una de sus estanterías y armarios, a los muestrarios de hilos y botones, tal y como había supuesto. Caminaba por la calle contrariada por haber elegido aquellos zapatos de tacón que ahora le parecían absurdos sobre las resbaladizas piedras de la calle, sobre todo, porque a él le resultarían extraños. Cruzó la Plaza Central en dirección al restaurante donde cenarían juntos por última vez, y le pareció aún más deplorable con aquella decoración  navideña pasada de moda; casi se estremeció al pensar que mañana, la luz de la ciudad desmesuradamente iluminada, se colaría por la ventana de su pequeño apartamento nuevo, sin olor ni recuerdos.

La semana anterior se fue despidiendo de sus pocos seres queridos tratando de contener emociones, para no levantar sospechas. Visitó a su tía en la residencia como cada miércoles y una vez más, se saltó las normas y la diabetes que había dejado prácticamente ciega a la anciana, obsequiándola con una figurita de mazapán que fue recibida con un alborozo desproporcionado. Su tía, siempre excesiva, incluso cuando la rescató de aquel pueblo donde sólo había pasado, donde siempre sería la niña de aquella pobre mujer, convirtiéndola en heredera sin opción de su casa y de su mercería, incluso de su nombre. También se despidió de Lola, la única amiga con la que podía disfrutar de una buena conversación dentro de un decorado familiar compuesto por colores cálidos, marido y niños, tantas veces anhelado, aunque después de transcurridas unas horas, abandonaba gustosa para entregarse al silencio que invariablemente la esperaba en la casa. En esta ocasión, antes de marcharse, dejó sobre la generosa mesa de su amiga un libro de poemas con una dedicatoria necesaria, que pasado un tiempo entendería.

Él estaba esperándola cuando dobló la esquina y al verlo notó un ligero temblor en las piernas; el esperado interrogante en su mirada -los dichosos zapatos-, la despedida más difícil. No, no podría decírselo, se lo explicaría después, cuando todo estuviera tan bien cerrado que resultara imposible volver a abrirlo. Cenaban dedicándose frecuentes sonrisas y escasas palabras, unidos desde el comienzo por su soledad y la ausencia de sueños: él, porque los había ido frustrando en base a obligaciones y pretextos, ella, porque nunca los había tenido. Largo tiempo había pensado en todas las posibilidades pero no encontró ninguna puerta por la que pudieran pasar los dos, ni siquiera le dejaría un regalo para atenuar su tristeza  ya que terminaría convertido en una reliquia más junto a su colección de fósiles y vinilos. Aquella noche se esforzaría en que se sintiera especial; sabría encontar las palabras, las caricias adecuadas.

El despunte del alba la animó a acelerar la marcha, a desprenderse de cualquier duda o remordimiento; esta vez la prisa se puso de su parte y le dejó el tiempo imprescindible para recoger las maletas y cerrar la puerta de una casa que siempre la acogió como a una inquilina. En el breve trayecto en taxi hacia la estación, cerró la mano en torno a la llave y cuanto más fuerte la apretaba, más puertas se abrían en su camino.




"La nueva inquilina". 1982 Cristóbal Toral


7 comentarios:

  1. Desolador relato (muy bien conseguido) donde aparece una atmósfera cargada de tinte gris y frío; como una pieza minimalista que camina por varias tonalidades, todas ellas en modo menor, para terminar en modo mayor ofreciendo una salida hacia la esperanza.
    Él, se presenta como un ser sin aparente pasado, sin personalidad alguna y tal vez sin nombre; sabedor del final que se avecina. Ella, segura desde el primer momento, sabedora que su lugar no era otro, que aquel que le llevaría a seguir abriendo puertas, y tal vez algún corazón nada fosilizado.

    El subterfugio utilizado, es tal vez, el de querer pasar al otro lado, obviando lo acontecido en el pasado, y en el presente; mas nada hay tan seguro, como estar seguro de querer pasar a través del puente hacia el otro lado, o hacerlo mojándose los pies: en todo caso, el otro lado siempre es visible y se puede alcanzar… pero siempre, mirando el río del tiempo.

    Besos.

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  2. El cuadro, bajo mi particular punto de vista, podría ser considerado como la última escena de un relato con final abierto. De esos finales en que es el lector el que debe acabar la historia con las herramientas de las que dispone. Con lo que el desanlace se bifurca en miles de caminos y sentimientos que toca convertir en pensamientos y palabras. La atmósfera hecha de claroscuros, refleja la contradictoria naturaleza humana hecha de esperanza, pero también de sueños rotos. No puedo evitar ver a la mujer cosificada, congelada y ornamentalmente sin vida. Quebrada como ese cuadro incompleto (abajo a la izquierda) y apoyado en la pared de similar forma a la mujer en la silla. Lo mismo me sugiere que el impermeable de ella, su maleta (que bien podría contener su pasado) y el trapo que cubre ese pequeño caos de cosas desordenadas, sean sospechosamente del mismo color: blancos. El periódico arrugado del suelo, podría ser una invitación a la obligada lectura del diario de su vida, que maltrecha debe recomponer ....
    Con respecto al resto del relato, siempre la valentía de romper con algo suele ir acompañada de dolor, soledad y puertas que se abren que dejen pasar la luz. En este caso una luz transformadora y necesaria. La misma que nos permita elevarnos un poquito por encima de las cosas para verlas de otra manera, como esos alegóricos tacones de la protagonista. Y sí, es casi imposible disfrutar de los nuevos caminos si antes no se cierran de verdad las viejas puertas, que muchos se empeñan en mantener entreabiertas. Así somos y en esa fragilidad nos movemos.
    Precioso relato, Ana.

    Un abrazo.

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  3. Un relato estupendo Ana, con los mismos claros-oscuros del cuadro. Fijate que dentro de la oscuridad de la protagonista, a medida que avanzas en el texto, se va viendo esa pequeña luz en sus actuaciones, porque despedirse a veces no significa morir, sino todo lo contrario, y aquí se ve, cerrar un círculo para abrir nuevos caminos.

    Pues utilizando la misma metáfora, te diré que este relato te ha salido redondo, con un final lleno de caminos.

    Un abrazo, guapa.

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  4. Escribes muy bien tus narrativas Ana,
    que estas fechas tan señaladas
    tengas una ¡feliz Navidad!.
    un abrazo.

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  5. Parece que salgo del caos ese que tan bien conoces Utopazzo, sabes lo mal que me llevo con él, cómo me resisto, pero estas semanas tenía perdida la batalla de antemano así que me uní al enemigo, me he dejado llevar por el caos y el resultado no ha sido satisfactorio, poco a poco escapo y me paso al otro bando, donde tampoco encuentro la satisfacción pero sí cierta lógica y coherencia.

    El tono menor utilizado era necesario únicamente para saber de donde venía la protagonista, pero el final -o el comienzo- es en tono mayor como apuntas.

    Utilizo los subterfugios sólo cuando escribo en primera persona, pero parece que has querido ver uno en algo que no debería ser una evasiva sino una motivación para vivir como realmente se quiere, para tomar decisiones, mojándose los pies, si es necesario.

    Besos.

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  6. Han pasado tantos días Prometeo que la protagonista de la historia ya habrá pasado su primera Navidad tal y como había decidido, probablemente sola, pero no parece que eso le preocupe por el momento.

    El cuadro que comentas lo he tenido colgado en la pared de mi casa durante mucho tiempo (cuando nació mi hijo lo cambié por otro porque me parecía muy triste), es un cuadro que te sugiere cosas, no podía evitar pensar quién sería aquella mujer, cómo y por qué había llegado hasta allí, aunque yo he preferido utilizar la imagen como punto de partida. La maleta a su lado indica que todo cambia, que es transitorio, y la flor que delicadamente sostiene en la mano me dice, que pese a la melancolía, no todo está perdido.

    Espero que estés disfrutando de los buenos momentos que sin duda podemos encontrar en estas fiestas. Un abrazo.

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  7. Encarni, nadie escapa a esos claro-oscuros, son necesarios y además ¡inevitables!, lo importante es que, como dices en tu última entrada, caminemos hacia la luz.

    Felices Fiestas.


    Gracias Ricardo, Feliz Navidad también para ti.

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