Hoy terminan mis vacaciones que siempre inicio como una promesa de eternidad.
Desde el último solsticio he comprobado como los días iban acortándose mientras que los momentos vividos en cada uno de esos días se acumulaban, intentando hacerse un lugar.
He vivido momentos alegres de sorpresas y encuentros... y momentos de sorpresas y reencuentros de tristeza dulce; momentos de inmersiones y de salir a flote, momentos divertidos, absurdos y de ponerse a prueba.
He visitado lugares distantes y extremos: el húmedo bosque celta guardián de leyendas y de magia, el paisaje semidesértico del sureste que nos demuestra que es posible una belleza sin agua y la extensión de secano; olivos y polvo, tejados y asfalto, que veo desde mi ventana como veo el mar, siempre que me lo propongo.
Iglesia románica de San Juan de Amandi (Asturias).
Me quedo con esta fotografía como imagen de mi verano, aún sin saber si la elijo por el lugar, o por el momento, o porque ambas cosas son lo mismo.
Imagen: Utopazzo